Víctima del después.

Lo único que hacía era buscar en Google. Eran búsquedas frenéticas, que lo arrastraban al paroxismo más abyecto o a la broma más improbable. Usaba toda clase de algoritmos, y había llegado a establecer un sofisma matemático que le devolvía en un bucle infinito, una infinita página, hecha de infinitas búsquedas de sus posibles errores. Más tarde fueron las cajas chinas, y la numeración de palabras concéntricas. Pero lo mejor vino cuando descubrió la búsquedas de palabras sin sentido que, sometidas a un caos riguroso, devolvían invariablemente sentencias para el espanto.
"Víctima del después" fue lo último que leyó, pero algo de la irrealidad iba a revelarse, era cuestión de tiempo.. Y, claro, ya no le quedaba mas tiempo.