Trance

Nosotros solos, nuestras monedas, nuestra conmiseración. Vivimos lejos de la ciudad, a un lado de la gran autopista. Vemos pasar innumerables hombres y mujeres solos tras sus volantes, mirando siempre lo mismo, es algo que que va a llegar. Y nunca llega. Los niños lo saben, por eso se ríen desde la parte trasera de los coches mientras señalan el camino que dejan atrás. De tanto en tanto también miran algún conductor que los sigue, y algunas veces les hacen gestos para romper su trance. Pero nunca resulta. Los hombres que conducen apenas si ven a los niños como a gatos pequeños que todavía no pueden comprender nada importante acerca de los gatos. Tampoco pueden ver que ya son verdaderos gatos, jugando con el tiempo incomprensible.