(A propósito de Spiklenci slasti, de Jan Svankmajer). 
I 
para la construcción del fetiche 
donde esa corpórea geografía de la libido 
comanda, 
es que dicta dios su matemática secreta. 
se monta 
esa precisa industria del nombre propio 
que fracciona objetos 
(cada uno es una huella 
del paraíso perdido 
a los voraces ojos 
del practicante) 
para construir ese recipiente 
unívoco al deseo. 
II 
el secreto avatar, el verdadero 
rige un cuerpo ácido y corroe, 
en el tiempo del rayo, 
mientras la luz. 
III 
obediente al mandato 
la metralla del éxtasis 
ha concluido. 
ahora sucederá 
distraerse en la continuidad, 
en la fe de la perfecta confusión, 
hasta otra 
necesidad de tajo, 
y otra vergüenza. 
ciertos resquicios perduran, 
fragmentos 
del nirvana roto 
lV 
distintos modos 
para extrañarse de uno mismo 
son improbables 
porque variaciones del uno 
son la medida estrecha 
de lo santo y lo perverso 
V 
el preciso odio 
hereda un dios 
para otros días.
