Ok.

Ok.

Podés tirar unos centavos al cielo y pretender.
Pretender sonriendo, vacilante.
El buen domingo nos ampara como una
madre sigilosa que nunca supo amar.

¿Qué más da?

Todo es parte de un largo,
absurdo diálogo,
construido con fragmentarias
piezas, que algún día
habrán tenido sentido.

Si observas desde aquí, desde
tan lejos,
las ofrendas se confunden
con limosnas
y los años,
con respuestas.

Jugabas a no jugar.
Hoy día,
la cosa misma,
no tiene nombre.