Vivir enhebrando, cortando, clavando, pegando, y descansar en los restos de lo que parece ser nuestro por puro olvido o por el permiso de los ausentes, que con su falta nos dan ese lugar que nos define de una manera extraña a la que los años nos acostumbra, ¿ y entonces?
Entonces es el tiempo, esa maníaca costumbre que nos aparta y nos concentra en algo que nadie termina de poner en palabras.
¿Y entonces?
Nada, entonces hay que elegir algo o algo nos elegirá, inconstantes, cuidado con la abandonada idea, que ya de algún lado, de alguno de los innumerables caminos ha de volver.
¿Y entonces?
Entonces perdura el entonces. Adoraremos el entonces, cada vez que necesitemos ese fuelle, que nos empuja a la ilusión. Siempre estamos buscando, esa máquina de movimiento perpetuo que solo existe en la neurosis de nuestra contemporaneidad de plasmas y catástrofe. El éxtasis de un orden libertario no es otra cosa que el reverso del sinsentido. Lo que existe es la fuerza, el abandono de la fuerza y la melancolía. Eso es entonces.
Abrir otros caminos. Sin temor. No entonces. Ya.