Julieta

Después de años de naderías
Julieta vino a una reunión en casa
con una idea,
que realmente no podría compartir.
No sabíamos entonces
si era una buena idea,
pero era una idea.
Luego vinieron años
condicionados, diferentes.

La idea de Julieta,
su potencialidad,
nos mantenía al vilo
de algo parecido
a la esperanza.
No era esperanza, no,
era algo parecido.

Pero eso pasó antes,
porque en el velorio de Julieta
hablamos toda la noche
hasta el amanecer.
Y entonces bueno,
todos llorábamos entonces,
pero sin saber cómo
la idea de Julieta
ya no era
una simple idea.

No sé si por necesidad,
o por nuestra naturaleza
o acaso por misterios
incomprensibles,
al menos para mí;
pero desde ese momento es
que tenemos
esa esperanza,
que tanto se parece a Julieta.
Basta con encontrarnos
algunos de nosotros
para que la esperanza crezca.

Y ocurre algo curioso,
se modifica,
entonces ya es otra cosa.
No sé muy bien como
hacerme comprender.
Sí sé que ya no es
una esperanza,
es algo más.

Que prescinde de las palabras
y que solo necesita de nosotros.
Sonreímos, claro.
Acaso porque es la manera que tenemos
de aceptar que apenas somos instrumentos
de eso que nunca vamos a comprender.

Eso que, de tanto en tanto,
nos comprende y nos justifica.