Tregua

Una vez ocurrió el amor
vibrante, liviano, eterno.
Después,
la vida sucedió.
Y entre sus caudalosas vertientes
navegando desde los cielos
se adormecieron mis manos
encalladas entre mares de barro.

Y nuevas las nuevas soledades no son nuevas.
Y las intensas noches se imponen sin respiro.

De tanto en tanto
me punza el brillo de una estrella
y las pupilas se alimentan de luz

He aprendido a reír en los intervalos.