dame esa maldita piedra
para romper el silencio
y todas esas cruces
ayudame a destrozarlas
es hora de salir
mirame con esa lucidez
que seca mis ambiciones estúpidas
Y me devuelve al huracán de la vida
desechá esas quebradizas palabras
gastadas al vacío
para que no vuelvan
a sepultarme en ese mundo muerto
y quedate conmigo
lo suficiente
para sobrevivir al mono
de la adicta monotonía
despertame de una buena vez
y te dejaré en paz
descansar de mi
que ya podré yo reconfortarte
cualquiera de esos días de lluvias y nieblas
en los que toda esa gente busca morir
sin saberlo siquiera
me quiero
vigía del real dolor
y la dicha abrasadora
alerta
a esos poemas
que incesantes escriben
el mar y las múltiples lunas
en los ojos de los niños
las tardes del otoño
que arremolina
vertiginosos universos.