Karma

Adivino en ciertos rostros las herencias,
de las diversas edades de las almas.
Lo mismo no me ocurre con la rosa,
eterna fragilidad que siempre asombra.

Me inquieta que vuelva en esa rosa,
el cautivo, antes rey, quizás guerrero.
Pero las cíclicas costumbres del misterio,
labran sus designios en el tiempo.

Si esto es cierto,
nos salva del destino su secreto,
y la ilusión, el don de la palabra.

Así el mar esconde entre su espuma,
el preciso oriente que veremos.

Esto quise creer
aquel brutal instante
de tu adiós.
Y hoy creo.

Busco entre las rosas una,
que mi pobre entendimiento no devela.
Mañana será.
En eso creo.